El despertar no fue sencillo para nadie. Ninguno de los que
alguna vez hemos estado alentando a un equipo hasta romper la voz, ninguno que
ha llorado de pena o alegría en un estadio, ninguno que espera que la semana se vaya lo
antes posible para disfrutar de un domingo en la cancha, quedó inmune a la
noticia.
Un bus
cayó en la cuesta que une Talcahuano con Tomé, se desbarrancó más de 80 metros
con 36 pasajeros, todos hinchas de O´Higgins que viajaban hacia Dichato después de
presenciar el partido de su equipo contra Huachipato (triunfo 0-2, para los
celeste). 16 personas murieron casi instantáneamente, la mayoría eran jóvenes
menores a 20 años, todos tenían menos de 40, incluido un bebe de 1 año.
Los rancagüinos
son personas orgullosas de su tierra, aman a su ciudad y la defienden con una
pasión desbordada. Rancagua para Chile es la ciudad de un desastre, y
Rancagua para los que viven en Rancagua es la ciudad donde habita el motivo de
sus mil amores y pesares, O´Higgins. El gran equipo celeste no es otra cosa que
el único "Capo de provincia", no tienen títulos, pero es el más capo
de los capos.
El
chofer del bus perdió su vida, el lactante que era su hijo, también dejó de
existir. No hay culpables en esta tragedia, sólo un grupo de victimas que se
queda petrificado viendo la fragilidad de la existencia.
Este
accidente logró una comunión especial entre los hinchas de todo nuestro medio
para con los fallecidos en la cuesta caracol, el sábado en el Nacional el
minuto de silencio fue relativamente respetado, y las únicas consignas que se escuchaban
eran en favor de los hinchas y en contra la intendencia. Una peligrosa
sensación de injusticia se instaló en la galería, haciendo entender que el
trato y persecución, injustificada a ratos, en contra de las hinchadas ha
dejado sus primeros caídos. Sentimiento
equivocado a mi entender, pero si una voz de alerta que debe ser fuerte y
clara, la separación entre el hincha y el delincuente urge en nuestro medio.
Por un lado la autoridad nacional busca oprimir a todos sin distinción (la
salida fácil, sin dudas) y por otro lado, hasta hace poco, los clubes más
importantes de nuestro país entregaban entradas gratis a los delincuentes para
que pudieran financiar sus negocios y además, un par de buses para traslado. En
contraparte los hinchas deben aguantar precios mas altos en las entradas temporada a temporada
,abusos en tiempos de espera (compré un abono para ver a Colo-Colo el 18 de
diciembre, la tarjeta estuvo lista recién el viernes 8 de febrero) y un trato denigrante antes de entrar a un
estadio. Los jefes de las mafias no se van en buses para alentar a su equipo,
viajan con el plantel en avión, incluso recorren Sudamérica. Los hinchas de
verdad deben reducir costos viajando más de los debido en un bus no siempre
preparado para viajes largos, muchas veces en una simple micro, en una cuesta
peligrosa, terminando con casi la mitad de los pasajeros muertos y una tragedia
de proporciones histórica.
Pero aun tenemos patria ciudadanos, el presidente
de O´Higgins de Rancagua, el señor Ricardo Abumohor, salió rápidamente a
aclarar que el club nunca le entregó buses ni recursos a los hinchas. Quería salvar su reputación primero. Las
prioridades en nuestro fútbol están poco claras, definitivamente.
Vuelvo
a escribir que en esta tragedia no hay culpables, fue un accidente lamentable,
pero accidente al fin y al cabo. Se fueron 16, 16 que pueden irse con la
satisfacción de estar en todas las que tiene que estar un hincha orgulloso de
su equipo. En las buenas, malas, duras y maduras. Nos demostraron que el
verdadero significado de esa manoseada frase "la vida por los
colores", es ser parte de un grupo que se trata como familia, y no
aquellos que amenazan y destruyen estadios ajenos.
Ellos
seguirán ahí, orgullosos de su ciudad y el celeste de su camiseta, de su
historia minera, de la cordillera imponente que adorna la postal de Rancagua.
Nunca se apartarán de su O'Higgins, el de su abuelo, el de su padre, el de sus
hermanos y el de sus hijos. El que será de ellos toda la eternidad y ahí mismo
es donde agitan una bandera gigante en celeste y amarillo, que se confunde con
los colores del cielo. Y si te quedas en silencio escucharás un murmullo que
nunca se apagará, es suave pero entre risas se distingue claramente
"ohi-ohi ra-ra, ohi-ohi ra-ra. O'Higgins de Rancagua!" Hasta siempre,
capos de provincia.
foto: www.latercera.cl
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