Volví a escribir, y es que no podía ser de
otra manera. Quiero declarar a todo quien quiera leer, que estuve presente en el Maracaná el día
que Chile eliminó al campeón del mundo. Y eso vale la pena comentarlo.
Lo
del 18 de junio pasado hay que atesorarlo, no sólo por lo que pasó en la cancha
en donde tuvimos una banca clarita, que supo como plantear un partido bravo: cinco
en el medio para evitar el transito del “tiqui taca” español, no hubo espacio
libre para un pase, no existía un segundo disponible para pensar. Dos
centrales, Silva y Jara, que fueron verdaderos cancerberos de los delanteros
rivales. Un libero que barría con todo lo que se filtrara. Y arriba dos
aviones, dos jet a la velocidad del sonido
que buscaban la gloria.