viernes, 14 de diciembre de 2012

Del sur, hay uno sólo.


Fueron 38 años de espera, de abstinencia de gloria, de títulos, de alegrías. Fueron 38 años de un grito contenido en las gargantas acereras, un tumor que se alojó en el alma de Talcahuano y no quería ser extirpado.
                  El titulo volvió al puerto de la región del Bio Bio, y no podía ser de otra forma. Se gestó con angustia, con paciencia, con el sudor y con el sacrificio que involucra volver a tocar el cielo con las manos después de casi cuatro décadas. Para conocer el verdadero saber de la victoria hay que haber bebido el verdadero sabor del fracaso.
                  La final fue una catarsis, una manda colectiva que suscribieron aquellos que han vivido lo indecible en Talcahuano. Fueron 90 minutos y doce penales de sufrimiento bien ganado, una estadía temporal en el infierno antes de llegar al cielo. Una prueba de fe, un guión de película gringa.
                  En el rectángulo verde, se produjo un partido intenso, con mucho nervio eso sí, un equipo que quería aguantar el hambre contenida por años de un rival herido por una diferencia merecida de 2 goles de luz para los de Santa Laura, pero que sorprendentemente nunca dejó de creer. Huachipato decidió apretar arriba, ahogar a la Unión Española que vio como Mauro Diaz cedió a la presión de la instancia, como Emilio Hernández decidió demostrar porque se fue de Universidad de Chile y  como Braulio Leal durante el paso del clausura perdió toda fineza con el balón y despliegue en el campo de juego. Los acereros nunca mostraron mas que ganas y orden, muchas ganas y mucho orden, levantaron la pelota cuantas veces pudieron en búsqueda de Brian Rodríguez, poblaron la mitad del campo y hasta que el físico los acompañó, también el campo ajeno. Empezaron a ganar los duelos por las bandas y Daniel Gonzalez atinó dos certeros goles que dejaron a los hispanos con toda la presión. El DT fue fundamental en este punto, el "Chuky" no era titular en el equipo, pero Pellicer entendió que la falta de Villagra era demasiado castigo para la Española, a la ausencia de un mordedor en el medio, el técnico de la usina apostó a que la incorporación de un volante creativo le iba a proporcionar a lo menos un par de pelotas de riesgo, además de un buen remate de distancia.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Con olor a Paella


Ayer miércoles fuimos testigos de la primera final del campeonato de clausura 2012, por un lado el fútbol vistoso, ofensivo y de toque de la Unión Española, y por la contraparte, el orden táctico y defensivo de Huachipato. 

                Lo que presenciamos ayer en el glorioso Santa Laura (la catedral del fútbol chileno), fue una verdadera lucha de estilos, y el partido se decidió por lo que se decide el fútbol: detalles. En el primer tiempo ya quedó claro que no habría sorpresas, los rojos hacían rotar el balón desde Currimilla hasta Berardo, desde Mauro Díaz hasta Emilio Hernández, buscando con una paciencia oriental el espacio que les permitiera abrir la cuenta. Las dos líneas de cuatro de los de la octava región eran juntas, firmes y fuertes. Sería un partido de convicciones.

                Que no propusieran no significaba que los acereros no quisieran ganar, sabían que encontrar a los hispanos saliendo podría ser muy beneficioso para ellos. Y fue precisamente así como llegó la apertura de la cuenta, una corrida de Nicolás Núñez puso el 0-1 en la plaza Chacabuco. Unión buscó e insistió, pero no encontró las respuestas individuales ni colectivas. La solución estaba en la banca, tras la lesión de ese caudillo que es Gonzalo Villagra, Sierra superó la tentación de mandar al campo de juego a Braulio Leal y caer en la simplicidad del cambio posición por posición, en vez de eso colocó un delantero centro y mandó a Jaime donde más rinde, en la banda derecha. El "Coto" entendió que la lucha estaba por los costados, no por el centro,  ahí los duelos entre Cortes y Currimilla y Berardo y Núñez los empezaron a ganar lo de colonia.