Hace unos días, al salir del estacionamiento del condominio
donde vivo, noté que habían 3 niños jugando fútbol, con un par de arcos
imaginarios, una pelota a medio inflar y muchas ganas corrían y corrían a la
vez que soñaban ser profesionales.
Al
mismo tiempo que veía esta escena, recordaba los tiempos en que con mis
compañeros de colegio, en esas interminables pichangas de recreo, armábamos
equipos que duraban toda la semana y en donde cada día era un partido (el que
ganaba más partidos, se quedaba con el triunfo semanal). A mi memoria, llegó
también, el recuerdo de esos partidos de verano que todos los días tenía en el
ex gimnasio municipal de Macul (hoy edificio municipal), allí fantaseaba con la
posibilidad de trasformar la cancha de cemento de la Av. Quilín, por la de
pasto del estadio Nacional.
Pero
regresemos a los niños que están jugando en el estacionamiento, por un momento
me quedo mirándolos y sonriendo a la vez que mi imaginación se va al pasado,
después de eso empiezo a caminar para volver a mi casa, en ese instante escucho
algo que llamó poderosamente mi atención.
Uno de
los niños, el que jugaba al arco, las oficiaba de narrador de este ficticio
encuentro, cuando sus amigos agarraban la pelota gritaba: "La tiene Cristiano,
sigue Cristiano, se la toca a Neymar (el más morocho de los tres)" cuando
el intervenía, decía: "Ahora la tiene Messi, va con todo Messi" .
La
escena, aunque esperable, me dejó bastante preocupado, ¿Qué está pasando con
nuestros futbolistas? ¿Por qué en vez de creer ser Messi o CR7, los niños no
hablan de Alexis o Matías? Hace unos 20 años atrás mi primer ídolo fue Mariano
Puyol, el tipo era lo máximo para mí, a pesar de verlo en el ocaso de su
carrera. El capitán azul en el inicio de la década de los ´90 era un símbolo,
un ejemplo a seguir. Luego fueron
Marcelo Jara, Marcelo Salas y tantos otros, pero nunca pensaba en llamarme
Romario o Batistuta mientras entregaba todo dentro de una cancha imaginaria.
Menos hubiese estado con una polera del Barcelona, Real Madrid o Manchester
United, como si lo hacían los niños del edificio. En mi caso, si me sacaba la
azul era solamente para ponerme la roja de la selección.
Nuestros
niños hoy en día, no sólo menosprecian a los jugadores chilenos, sino que además
no son hinchas de nuestros equipos. Para la navidad piden camisetas azulgranas
con un 10 en la espalda o merengues con un 7. Señalan que el club de sus amores
es uno que está a más de 10.000 Km de distancia, en otro país, otro continente
y otra cultura. Nunca lo han visto en un estadio.
Siempre
he creído y he sentido que el fútbol es sólo un reflejo más de lo que pasa en
la sociedad, y es así como este sistema de "la excelencia" , que
fomenta que todos busquemos el famoso éxito, que despreciemos el fracaso y le
tengamos fobia al sufrimiento, se ve en nuestra relación con los equipos
nacionales, fría y distante, que nadie lo note, que nadie lo sepa.
Pero ser fanático de un escudo es todo lo
contrario, ser de verdad seguidor de un equipo es completamente distinto, es estar
dispuesto a pasar más penas que alegrías, a saborear la derrota cien veces
antes de poder tener el gusto de la victoria. Sentirse orgulloso de los colores
sin importar el lugar al final del año.
Entonces,
¿Como poder juzgar a esos niños?, que ven por televisión abierta la Champions
League con canchas de primer nivel, estadios llenos y lindos, jugadores de
elite, grandes partidos. Pero que si quieren ver nuestro pobre, fome y muy mal
organizado fútbol tienen que pagar una señal "Premium". El fútbol
europeo, ese mismo fútbol, que representa el éxito, la seriedad, y la
elegancia, es lo que ellos quieren ser, es lo que quieren vivir, es lo que la
sociedad y el modelo les enseñaron que tienen que admirar. Lo nuestro, eso que
se juega cada fin semana en canchas pobres y con pocas personas en las
tribunas, es el fracaso, son los flojos, son la vergüenza, lo que tenemos que
evitar. Lo que nadie quiere ser. ¿Para qué pasar pellejerias con la
"U", Colo-Colo o la UC?, ¿Para qué ir a estos estadios tan
incómodos?, ¿Para qué soñar con ser Alexis si puedo ser Messi?
Hace
varios años, tomamos la decisión de externalizar todo en nuestro país, salud,
carreteras, educación, vivienda y hasta transporte público, lo desarrollan y
ejecutan los privados. Incluso llegamos al punto de externalizar la pasión. De
eliminar lo feo de ser un hincha que se aguanta perder y nació el hincha
"ganador" el que no tiene una relación afectiva que lo obliga a
quedarse con sus colores, sino que busca al mejor. Hoy es del Barcelona, ayer
del Chelsea y mañana, del mejor postor.
A
ratos parece que la idea es volver más insoportable la experiencia del hincha
del club nacional, el espectáculo es cada día peor, los dirigentes son malos,
la organización es pésima, la comodidad en los estadios es de clase
"B" y ahora además hay una campaña del terror para no pisar más un
recinto deportivo. Con esto gana el CDF y el cable operador que nos trae las
"Liga DE LAS ESTRELLAS" a la
comodidad del hogar. Todos ganan.
Hago
este llamado, a través de un ejemplo concreto y directo, no para denunciar sino
que para demandar: podemos ser mejores, podemos entregar mejores ejemplos desde
el fútbol. Encariñarnos con nuestro país y su gente y dejar, por un rato aunque
sea, de mirar para afuera.
Bielsa, dijo una vez "el
éxito y la felicidad no funcionan siempre como sinónimos" . Si volvemos a ser
felices amando y no sólo ganado. En ese preciso momento, en ese hermoso momento,
abremos recuperado el amor y la pasión por nuestro fútbol.
foto:http://www.gq.com.mx/articulos/la-pasion-de-los-hinchas/996