La historia cuenta que el 25 de Junio del año 1978 en el
Monumental de River Plate, la selección Argentina de fútbol derrotaba a su
similar de Holanda en la final del campeonato mundial y se consagraría como la
mejor selección del orbe.
Mucho
se escribió y mucho se sigue hablando sobre ese equipo, los que pasaron a
nuestros anales fueron figuras de la talla de Daniel Pasarella, el Matador
Kempes, el tolo Gallegos o Ubaldo Fillol, entre otros.
Aquellos
que estuvieron ese día invernal en la cancha de la banda sangra dirán que
vieron al mismo tiempo un milagro, de esos que se pueden apreciar un par de
veces en la vida. Cuando es colectivo, incluso da para formar una secta. El
milagro fue cuando en el minuto ´90 con un empate 1-1 en el marcador, Holanda
estrelló un balón en el poste, mientras un desesperado Fillol intentaba hacer
rebotar la pelota con lo que fuera. La historia es conocida, el esférico no entró, Argentina pudo llegar
al alargue y ganó 3-1 el partido en el tiempo extra.
El tema
es que los milagros no son tan masivos, o no son tan perceptibles para los ojos
humanos, ya que vamos por la vida mirando y no observando.
Han
pasado más de 34 años desde aquel día de gloria para él fútbol trasandino, y
sin dudas muchos milagros que pasaron por nuestros ojos sin darnos cuenta, y yo
a mis 26 años, caminaba por la vida con la cabeza gacha, mirando sin observar
omitiendo la gracia del día a día. Hasta que se produjo un hecho que me
motivó a escribirles.
El día
sábado 19 de Enero, participé de un campeonato organizado por la fundación
"Ganamos todos" presidida por Harold Mayne-Nicholls. En el evento
tuve la oportunidad de arbitrar un partido entre dos equipos compuestos por jugadores
ciegos.
La
experiencia era única para mí, y la verdad, no estaba preparado para tomar un
desafío tan hermoso como ese. En la cancha central del estadio Nacional, con el
tablero marcador en mi espalda, viví un momento que quedará marcado a fuego en
mi memoria.
Cuando
promediaba el primer tiempo, atacando de sur a norte,un muchacho agarró el
balón que contenía sonajas en su interior, pegado al lado derecho de la cancha
de futbolito (se habían creado 6 dentro del gramado del histórico "Julio
Martínez Pradanos") y sin levantar la cabeza (gesto tan automático que
tenemos los videntes) lanzó un pase cruzado. Hasta ahí un pelotazo sin mayor
trascendencia, hasta que reparé en un detalle: el lanzador le pego a la bola de
tal manera que esta se fue dando saltos como si hubiese hecho un
"sapito" con una piedra en un lago, a la vez que gritaba un nombre
que no alcancé a diferenciar.
Pero
eso no era todo, cuando me deje de preocupar del sonido de la pelota, vi que de
derecha a izquierda el delantero del equipo que atacaba hacía una diagonal
increíble, fue capaz de interceptar el pase, llegar antes que su marcador (que
tenía la ventaja de ser parcialmente vidente) controlar y mandar un zurdazo
cruzado, la pelota iba rasante en busca de las mallas rivales, tan colocada
que, caprichosamente besó el poste y se fue. El asombro dio paso a un aplauso
generalizado de los pocos que tuvimos el honor de ver ese milagro. Sin mirarse,
sin ninguna otra referencia que el sonido que emitía el balón, pudieron armar una
jugada que es complicada hasta para los que pueden ver. Los dos pudieron
superar toda limitación física y por un segundo, un eterno segundo, entregarnos
el regalo de la superación personal, un nuevo milagro del fútbol.
No
todos los milagros se ven en el fútbol, pero si está lleno de ellos en este
maravilloso sueño que es jugar 11 contra 11 en una cancha de pasto o tierra.
Cuando un niño decide viajar en invierno por 2 horas en micro, para ir a
entrenar en vez de quedarse cómodo en la casa, es un milagro. Cuando un joven
le dice que no a las drogas porque al otro día tiene partido y sabe que tiene
que descansar, es un milagro. Cuando un padre deja de tomar para ir a entrenar
con su hijo, es un milagro.
Hoy le
quise escribir al fútbol y los milagros que nos entrega, el abrazar sin brazos
o armar una jugada sin ver. Este deporte que cuando se practica en forma sana,
es capaz de sorprendernos a cada momento. Les escribo para mostrarles a través
de dos ejemplos, que fuera de las copas y las sumas vergonzosas de dinero, el
fútbol sigue siendo un punto de encuentro social, una forma de vida y una
ventana siempre abierta para ser mejores personas.
foto: http://fcruzbello.es/2008/02/el-abrazo-del-alma.html
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