jueves, 3 de julio de 2014

Palo!



Madrugada helada, congelada del 29 de junio, son las 02:30 am y en mi mente sólo se repite una imagen: la agarra Mauricio Pinilla a la entrada del área brasileña, octavos de final de Copa del Mundo, minuto 119, saca un bombazo, el mismo que sacó en toda su carrera y la pelota, caprichosa y orgullosa como toda mujer, decide irse al travesaño y dejarnos con el grito de gol en la garganta, con la clasificación quemándose en la puerta del horno, con los sueños truncados…

            Pero ese fue sólo un capítulo de esta historia, el capítulo más cruel, pero no fue ni el final ni el inicio, y para intentar entender por qué la pelota pega en el travesaño en el minuto 119 y monedas, hay que ver desde el principio. Por mas doloroso que sea.

            El duelo fue de verdad, dos equipos que se mostraron los dientes desde el primer minuto, hubo mucho roce, pierna fuerte y recriminaciones de lado y lado. Brasil salió con sus líneas algo adelantadas, buscó acertar el primer golpe y así sacar a Chile a un suicidio colectivo, y hasta la apertura de la cuenta, el plan le resultaba más o menos perfecto, ya que a los 19 minutos de partido cae un tiro de esquina de Neymar, Vidal pierde la marca de Thiago Silva y Jara la manda contra propia puerta (más tarde la FIFA le daría el gol a David Luiz). Ahí el cotejo cambió, los locales esperaban sigilosos la venida de los de rojo de forma torpe a buscar el empate, pero eso no sucedió, al contrario, Chile se afirmó atrás, controló el ataque amarillo y pareció esperar el descanso y salir por todas en el complemento, mas no fue necesario, antes del cierre de la primera etapa, Eduardo Vargas recupera una pelota que Hulk cedió a Marcelo, se la entrega a Alexis y el tocopillano la manda a guardar en la ratonera inferior del arco de Julio César,  cayó el empate y con él, un nuevo partido empezaba.

El segundo tiempo encontró al visitante con ganas de comerse el mundo, presión asfixiante y amplio dominio del balón, parecía un sueño pero era verdad, minuto 60 de partido y Brasil (Si!, Brasil) de local, en octavos de final de la Copa del Mundo, tenía a sus once jugadores en campo propio, mientras sus torcedores pifiaban sin asco. Ese momento había que aprovecharlo, pero no lo hicimos, no sacamos réditos a la más clara que tuvimos (Aranguiz en el área chica), nos penó un poco más de volumen, Isla por la derecha no tuvo la fineza para finalizar bien las jugadas, lo suyo fue mucho correr y poco fútbol. Nos fuimos al alargue y   ahí mostramos lo que nos faltó, alternativas. Tuvimos que pedirle a Arturo Vidal que aguantara el dolor en su rodilla por casi 90 minutos porque no teníamos a alguien de su nivel, Gary Medel pasó a ser leyenda al aguantar 108 minutos con un desgarro, porque no había un jugador a su altura, recién cuando el Pitbull cayó rendido sin poder volver a incorporarse, recién en ese momento, se justificaba reemplazarlo.

            Así llegamos de nuevo al fatídico minuto 119, con un Chile con más corazón que piernas, pero con hambre, que terminó el partido metiendo una pared en las puertas del área rival y clavando un tiro en el travesaño. Lo demás ya es sabido, una definición que no tiene nada de azarosa, pero si de mucha técnica y capacidad de aguantar la presión (por algo los alemanes nunca han perdido una definición por penales en Copa del Mundo). Pinilla tenía en la mente su tiro en el palo, Alexis con suerte de podía mantener el pie después de 125 minutos de intenso partido, ambos fallaron desde los 12 pasos. Por su parte, Marcelo Díaz pateó con el corazón caliente y la mente fría, mandó al portero para un lado y definió al medio . Va Charles Aranguiz, que se comió la cancha, que terminó acalambrado el partido, agarró la pelota y la mandó al ángulo, genio.  Y llegó Gonzalo Jara, que pateó bien, la puso a un lado con fuerza y ubicación, pero la caprichosa, la misma del minuto 119, decidió pegar en el palo y pasearse por la línea y no entrar. Ni Pablo Neruda en el poema 20 pudo escribir un verso mas triste aquella tarde de sábado.

            La decisiones de Sampaoli resisten el análisis, cumplió. Planteó bien el partido, hizo cambios que le respondieron (por más que me desagrade Felipe Gutiérrez, tuvo un partido muy correcto, quitó y entregó con criterio,  Pinilla entró bien, ganó la mayoría de los cabezazos, aportó en defensa y tuvo la ocasión de gol que se le pedía), la falta de recambio no fue su culpa, tampoco sabremos quienes realmente quisieron patear en la definición y quienes pidieron no hacerlo. Lo que si es su culpa es no haber preparado los penales, se vio mucha improvisación en la tanda final, esos detalles no se nos pueden escapar, no en un octavo de final de Copa del Mundo. Nota aparte es el plantel que llevó a Brasil, el 75% de los goles recibidos por nuestra selección en la Copa del Mundo fueron de cabeza (incluyo en esta cifra el gol de Brasil), quizás, Marcos González mereció una oportunidad.

             Quisiera sentir que esto fue un triunfo, pero no, quedamos eliminados y los fríos números indican que estamos varados en octavos de final otra vez. Me cuesta ver, por ahora, qué  futuro esplendor nos puede esperar luego de esta caída tan dolorosa, me explico: cada vez que hemos podido avanzar un paso, hemos retrocedido tres, nos urge que esta ocasión podamos consolidar lo avanzado, confirmar el quiebre de servicio. Porque lo hemos vivido antes, llegamos muy lejos el 62, pero tuvimos que esperar 36 años para volver a pasar la fase de grupos en una Copa del Mundo y 48 años para recién volver a ganar un partido, mucho tiempo. ¿Sigo? Colo-Colo ganó la Libertadores del 91 y nadie más lo hizo, desde 1987 que no llegamos a una final de Copa América, incluso, desde el 99 que no estamos entre los 4 primeros. Se que suena doloroso y hasta cruel para nombrar en un momento así, pero es la verdad, y es responsabilidad de todos los que le tenemos amor a la actividad evitar que el conformismo nos carcoma y esperar décadas por una nueva ilusión, por una nueva actuación  decente. En términos simples y sin anestesia, tenemos que comprender que los tuvimos de rodillas, llorando, rezando, reviviendo la peor de sus pesadillas, pero perdonamos, donde Ghiggia no perdonó el 50, donde Caniggia no cuadicó el 90, donde Zidane no dudó el 98, nosotros la mandamos al travesaño. Enseñanza para nuestros hijos: a los muertos hay que enterrarlos.

            Y así llego al jueves 3 de julio, han pasado 5 días, y la vuelve a tomar Pinilla, hace de nuevo la pared con Sánchez, deja vuelto un cono a Thiago Silva, manda un derechazo furioso y…palo!


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